¿Puedo jugar? (I)

Abrió los ojos. Todavía era de noche. El cuerpo le pesaba en exceso, como cada día. Se movió como pudo y alargó el brazo para alcanzar su teléfono móvil. Tocó la pantalla hasta que se iluminó y pudo comprobar que eran las 5:23. «Vaya» pensó «hoy he dormido más de 4 horas seguidas». Todo un logro para ella, aunque no fuera consciente de ello. Hacía meses que arrastraba serios problemas para conciliar el sueño y ni las pastillas le ayudaban. El cansancio se iba acumulando poco a poco en su cuerpo e iba robando espacio a la tristeza.

Se incorporó muy lentamente hasta que consiguió ponerse en pie y fue directa al baño. Al observar su reflejo en el espejo observó las densas ojeras, cada vez más oscuras que iban pintando su cara como un lienzo. Se lavó la cara con agua muy fría. A pesar del invierno, no había perdido esa costumbre. Era la única manera de devolverla a la tierra, aunque hacía algunos meses que su alma había huido y la había dejado de cuerpo presente. 

Fue a la cocina, abrió uno de los armarios hasta encontrar sus pastillas. Se tomó una que empujó hacia el estómago con un vaso de agua. Sin encender ninguna luz, se sentó en el sofá situado junto a una ventana y observó el cielo hasta que comenzaron a distinguirse los primeros rayos de sol. Poco a poco el salón comenzó a iluminarse y eso indicaba la llegada de un nuevo día. Uno más. Uno menos. Según como se mire. No se había movido de esa posición cuando comenzó a escuchar ruidos en su habitación. Sin embargo, ella no alteró su postura, continuó observado ese punto fijo que había elegido y que en ocasiones le impedía pestañear. Escuchó una voz cercana:

―Buenos días cariño, ¿a qué hora te has despertado hoy?

―A las 5:30 ―Ella ni siquiera le miró. 

―Bueno, has dormido algo más de 4 horas. Vamos mejorando ―dijo él muy positivo.

―Sí.

―Igual las pastillas están comenzando a hacer efecto.

―Sí.

En ese momento, un tercer inquilino hizo acto de presencia en el salón.

(Continúa…)

#NOFICCIÓN2021 -3- El camino del poeta

Desde hace algunos años suelo alternar la lectura y escritura de ficción con la poesía. En cierto modo me libera y deja fluir mis emociones. Un día, buscando libros sobre escritura di con este libro y me llamó la atención. Es cierto que mi poesía es verso libre, y no sigo ninguna norma establecida. Es por ello por lo que quise indagar un poco más e intentar formarme para mejorar mis escritos.

Es un libro relativamente corto pero muy intenso. Es decir, trata de una forma muy resumida todo lo que envuelve a la escritura de poesía. No profundiza en nada en particular pero va dando pinceladas en cuanto a la rima, el ritmo, el formato…

Ofrece ejemplos de poesías de grandes escritores para ayudar a entender el contenido.

Creo que como primera aproximación está bien. Sin embargo, me han faltado muchos ejemplos. Hay páginas enteras explicando conceptos sin ningún tipo de referencia para comprenderlo. Además, muchos de los ejemplos que se ofrecen son poemas completos, de varias estrofas y no se explica cual de los versos o sílabas hace referencia al concepto citado.

En mi opinión, creo que se ha intentado abarcar demasiado contenido en un libro de menos de 300 páginas dejando, al final, un cúmulo de conceptos en la mente que hay que ordenar. Es un texto para leer y releer. Para poner en práctica a ser posible con un experto al lado.

A pesar de ello, me ha servido como manera para darle un poco de forma a los poemas que escribo, ser consciente de algunos formatos e intentar darle ritmo a los versos y estrofas. Como digo, es un libro que recomendaría a modo de iniciación.

Humedades en la cocina

Dejé algunas bolsas en el suelo y llamé al timbre. Mientras revisaba el parte de daños del inmueble me abrieron la puerta. Una preciosa morena de ojos verdes apareció ante mi. Llevaba una bata de seda blanca que le llegaba hasta la mitad de las piernas. Me quedé paralizado sin saber qué decir.

―¿Eres el chico del seguro? Ya era hora, hace más de un mes que os estoy esperando. Anda pasa.

Empecé a recoger todos los trastos y torpemente entré en su casa. Me guio hasta la cocina donde supuestamente estaban los daños causados por las últimas lluvias. Mientras preparaba todo el material ella abrió la nevera y sacó un yogur. Metió la cuchara en su interior y se la llevó a la boca sin dejar de mirarme. El pantalón comenzaba a apretarme, tenía que centrarme en mi trabajo.

―Es ahí ―dijo mientras señalaba las humedades. Ese ligero movimiento de brazos provocó que se abriera la bata dejando al descubierto una milésima parte de un conjunto de lencería con encaje―. El vecino se dejó el sumidero cerrado y el agua de su terraza se filtró a la mía.

En lugar de levantar la cabeza hacia el techo siguiendo su mano, la miré a ella, de arriba a abajo. Ella sonrió al tiempo que volvía a meterse una cucharada de yogur en la boca mientras la lamía con una sensualidad que dolía. Comenzaba a sudar y ella no dejaba de mirarme. Se acercó hacia mí y me ofreció un vaso de agua rozándome la mano intencionadamente.

―Si tienes calor, puedes quitarte la camiseta, no me voy a asustar ―me susurró sin quitarme los ojos de encima.

―Tú también puedes quitarte la bata si tienes calor, tampoco me voy a asustar ―me sorprendió el comentario que hice y al momento me arrepentí. Iba a disculparme cuando la chica dejó caer la bata al suelo. Esto no podía ser real.

―Te toca.

Y me quité la camiseta tan rápido como pude. Ella se acercó a mí y deslizó su mano por mi abdomen. Yo la seguía, hasta que se detuvo al inicio del pantalón, que aún tenía puesto. La miré a los ojos, le dí la vuelta rápidamente poniéndola de espaldas a mí, y puse sus manos sobre la encimera. Rocé mi pantalón abultado por su cuerpo al tiempo que metía mis manos en sus minúsculas braguitas. Estaba muy húmeda y eso me excitó tanto que sin pensarlo metí dos de mis dedos en su interior. Ella gemía y yo cada vez estaba más cachondo. Le besaba el cuello y apretaba mi erección contra su culo mientras la follaba con mis dedos. Ella cada vez gritaba más. Sabía que se correría pronto y eso aún me excitaba más. Cada vez iba más rápido hasta que noté como sus músculos se contraían. Se giró sonriendo y me miró a la cara.

―Si lo haces todo tan bien, mi casa quedará como nueva. A trabajar.