
Versos Veloces #5

Cógeme la mano, cariño
Y borremos juntos los inviernos
Los días cortos
Y las noches frías
Lléname la vida de flores
Y que todos esos colores
Me devuelvan de una vez
Mi primavera.
Y fueron mis labios carmín
los que quedaron marcados
en esa copa de vino
con la que brindamos por nosotros.
Que aunque los rayos de sol
no atraviesen nuestras ventanas,
tampoco se está tan mal
con nuestros pies entrelazados
bajo una manta.
Hace tiempo que no escribo. Bastante tiempo, la verdad. No entiendo qué me pasa. Las palabras se amontonan en mi cabeza, están todas juntas y no sé darles un orden correcto. No sé darles sentido y unirlas para que fluyan solas creando historias. Esas historias que a veces son mías, pero otras son también tuyas, aunque no lo sepas. Otras veces son inventadas, aparecen solas de repente y yo les doy forma como un alfarero haría con el torno y la arcilla.
Pero hace tiempo que mi torno está apagado. No gira. Y no encuentro la manera de hacerlo funcionar. O quizá sí, pero no quiero. Un día me siento escritora, otros en cambio me pregunto, qué es lo que estoy haciendo. Leo y releo mis propias palabras y pienso porque tengo esta afición tan frustrante y a la vez tan maravillosa. ¿Porque es una afición, no? ¿O soy escritora?
Coserse las alas repentinamente
porque el salto al vacío no avisa.
Dejarse la mochila de los miedos
olvidada en la cima.
Llenarse las manos de sueños.
Y lanzarse a la vida.
La nueva.
La buena.
Siguiendo con el reportaje de fotografías de Campanar, aquí os dejo la segunda parte.