La última noche

La última vez que se vieron fue hace algo más de seis meses. Estuvieron jugando al ratón y al gato durante toda la noche y acabaron cada uno en su madriguera. No se habían llamado, de hecho nunca lo han hecho. Se encuentran de forma casual en los locales que frecuentan. Aunque, si bien es cierto, ambos se mantenían al día a través de sus perfiles en redes sociales.

Adela entró en El Onella, el pub más de moda entre los “postadolescentes”, que buscan un lugar donde bailar remember huyendo de los veinteañeros y el reaggeton. Iba enfundada en un vestido granate muy ceñido que marcaba su perfecta figura. Subida, además, a unos tacones de 11cm que manejaba a la perfección. Sus labios, bien rojos, combinaban divinamente con su media melena rubia y sus grandes ojos casi negros. Le seguía Ester su amiga de la infancia, recién divorciada y con unas ganas inmensas de olvidar los últimos meses vividos. De hecho, fue Ester quien suplico a Adela para que la acompañara de tardeo y así despejar la mente y darle un buen meneo al cuerpo.

Fueron directas a la barra y mientras reclamaban la atención del barman, lo vio. Allí estaba. Moreno, con sus ojos claros y su barba de varios días. Adela apartó la mirada mientras notaba como su corazón empezaba a golpear fuertemente el pecho. Ester pidió dos chupitos de tequila y Adela, a pesar de que lo odiaba, se lo bebió sin rechistar. Prefería eso que escuchar a su amiga recriminarle su falta de empatía, amistad y tantas cosas más. Total, si al final se lo acabaría bebiendo. Mejor ahorrarse el sermón.

El local se iba llenando de gente conforme avanzaba la tarde. Adela fue al baño aprovechando que su amiga estaba de tonteo con un chico con el que llevaba toda la tarde lanzándose miraditas.

Le sorprendió encontrar el baño vacío, así que pudo retocarse los labios tranquilamente. Sacó el móvil para consultar sus redes cuando vio que tenía un mensaje suyo: ‘Estas espectacular’. Adela sonrió aunque sintió rabia. «¿¡Y porque cojones no ha venido a saludarme!?» pensó.

Decidió no responderle, al menos en ese momento. Se volvió a mirar al espejo y, mientras trataba de jugar al tetris guardando el labial y el móvil en el minúsculo bolso, salió de baño. En ese preciso momento, alguien salía también de los servicios de hombres lo que provocó que Adela se chocara contra él y su móvil cayera al suelo.

―¡JODER! ―Y se agachó a recogerlo asegurándose de que el dispositivo estaba estaba sano y salvo.

Al levantar la vista lo vio, con su media sonrisa, mirándole con los brazos cruzados. Lucas le tendió la mano para que volviera a ponerse en pie, sin embargo Adela lo hizo sin ningún tipo de ayuda y se apoyó en el marco de la puerta de los servicios de mujeres. Se mantuvieron la mirada durante diez largos segundos. Lucas se acercó a ella apoyando el brazo cerca del hombro derecho de Adela y le susurro al oído:

―Estás increíble.

Adela sentía que el corazón se le iba a salir del pecho y algo le ardía entre las piernas.

―Joder ―repitió, esta vez acompañado de un suspiro.

―Hoy no voy a dejar que te vayas.

Adela noto como la mirada azul le atravesaba sus ojos. Sin pensarlo ni un solo segundo, se acercó al él y le beso de una manera brusca. Sin apenas separarse, Lucas le cogió de la cintura y la empujó al interior de uno de los baños del servicio femenino cerrando la puerta tras de sí. Se comían la boca con ansia. Esa ansia que llevaban meses acumulando bajo la piel y que hoy les quemaba. Lucas le subió el vestido con ambas manos y le rompió las medias de un fuerte tirón al tiempo que metía sus manos dentro del culotte agarrando el trasero de Adela con fuerza. La trajo hacia él golpeándose la espalda contra la otra pared. El metro cuadrado donde estaban no les permitía apenas el movimiento pero no necesitaban más. Aprovechando ahora su posición de superioridad, Adela le desabrochó el vaquero a Lucas mientras metía su mano en el interior agarrando con fuerza su erección.

―Joder… ―volvió a decir Adela.

―Parece que es tu palabra favorita esta noche ―Le dijo con una sonrisa picara. Adela hizo caso omiso a sus palabras, se puso de rodillas y se metió el miembro de Lucas en la boca. 

Lucas gimió fuerte y repitiendo la expresión de Adela:

―¡¡Joder!!

Ella agarraba con fuerza el miembro de Lucas mientras jugaba con su lengua. A veces levantaba la vista y le veía, con los ojos en blanco, deshecho de placer. Eso a ella le encantaba y comenzó a chupar con más fuerza. Lucas le cogió de los hombros y la levantó poniéndola a su altura.

―Vas a hacer que me corra… ―Le dijo al oído. 

Lucas la besó con fuerza empujándola contra la pared. Y mientras las lenguas estaban jugando, las manos de él deslizaron el culotte a un lado mientras le introducía dos dedos. Ella emitió un gemido sordo abriendo la boca. Y al ver como se estremecía, Lucas comenzó a entrar y salir de forma lenta y pausada, observando cada uno de los movimiento. Verla disfrutar de esa manera le excitaba. Le excitaba mucho. Con la mano que le quedaba libre, Lucas sacó la cartera del bolsillo y torpemente extrajo un preservativo de uno de los compartimentos. Tuvo que sacar los dedos del interior de Adela para poder colocarlo correctamente. Había perdido la práctica. Ella le ayudó, y cuando estuvo listo, la cogió al vuelo y, empotrándola contra la pared, le metió la polla de forma brusca. Al principio las embestidas eran suaves. Ella, con la espalda pegada a la pared, notaba los gemidos de Lucas acompasado con sus lentos movimientos. Pero pronto el ritmo comenzó a acelerarse. Cada vez eran más fuertes y eso provocaba golpes contra las pareces del minúsculo habitáculo. Él la sujetaba fuerte del culo mientras empujaba con fuerza sintiendo cada uno de sus movimientos. Adela sintió un intenso dolor de placer y supo que el orgasmo estaba cerca. Comenzó a contraerse y Lucas gimió fuerte descargando sus últimas fuerzas en aquel momento. Los dos se corrieron y mantuvieron la postura escasos segundos mientras recuperaban el aliento y la respiración.

Al tocar los pies en el suelo, Adela se quitó la medias, o lo que quedaba de ellas y se ajustó la ropa interior y el vestido. Lucas la miraba con deseo mientras hacía un nudo en el preservativo y se subía el vaquero.

―Joder tía, me pasaría los días follándote.

Ella levantó la vista. 

―Llámame un día si quieres, y buscamos un sitio más cómodo ―dijo con sorna.

―Sabes que no puedo ―respondió alargando la última sílaba.

―Ya. Claro. Tu mujer.

Él no respondió. Se limitó a abrir la puerta y a salir de ese minúsculo espacio donde habían estado encerrados durante un buen rato.

Quiso besarla, se acercó a ella con esa intención, pero ella fue más rápida y fingió darle dos besos a modo de despedida.

―Me voy a buscar a Ester, la pobre seguro que me ha estado llamando ―mintió. Sabía perfectamente que su amiga estaba comiéndole la boca a su nuevo amigo.

Adela hizo amago de irse y Lucas le cogió de la muñeca impidiendo que se marchara.

―Adela…

―Va Lucas, que me están esperando. Si quieres luego nos tomamos unos tequilas. ―le interrumpió.

Lucas la soltó, se metió las manos en los bolsillos y vio como se marchaba. Cuando hubo desaparecido, Lucas volvió en sí.

―JODER ―dijo en voz alta. 

Cogió el móvil y escribió:  “cariño, voy para casa. Compro pizzas para cenar?”

Al segundo el móvil vibró:  “ok. compra una margarita para los niños”.

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