Di dos vueltas sobre mi, acurrucándome en posición fetal. Llevaba ya un rato despierta, moviéndome a un lado y a otro de la cama. Finalmente, comencé a palpar la mesita de noche buscando mi teléfono móvil. Cuando logré dar con él, toqué la pantalla y se iluminó. Las 3:37. Otra noche más y ya iban unas cuentas desvelándome a esas horas. A veces conseguía volver a dormirme, otras, en cambio, me quedaba horas en la cama esperando que amaneciera.
Me levanté, cogí el móvil y salí de la habitación sigilosamente. Fui a la cocina y cogí el chocolate y seguidamente me senté en el sofá. Vi todas las historias de instagram mientras me zampaba la media tableta de chocolate negro. Cuando terminé, y al ver que ya era imposible volver a conciliar el sueño, cogí el libro y continué leyendo por donde me había quedado hace un par de días. Leer en completo silencio era uno de los mayores placeres y pocas veces podía hacerlo. De repente el móvil vibró y ese silencio que tanto adoro provocó que casi sufriera un paro cardiaco debido al ruido generado por el teléfono. Miré la pantalla y tenía un whatsapp. Suyo. A las 4:07 de la madrugada. Un miércoles.
‘Qué haces despierta a estas horas?’
Quise obviarlo. Me había prometido a mi misma no responder a ninguno de sus mensajes y llamadas. Al poco llegó otro.
‘Tengo ganas de verte’.
La promesa me duró una semana. Menos. 5 días. 5 miserables días de insomnio. Y esta vez sí respondí, de forma escueta.
‘Hola’
‘Qué haces despierta a estas horas?’ repitió
‘Y tu que haces controlandome a estas horas?’ comenzaba el juego
‘No me has respondido’
‘Tu tampoco’
‘No puedo dormir’
‘Yo tampoco’
…escribiendo… se mantuvo un buen rato en la pantalla. A veces desaparecía y al poco volvía. Finalmente llegó un mensaje.
‘Te echo mucho de menos’
No sabía que responder a eso. Yo también le echaba de menos. Mucho. No podía dejar de pensar en él. Mi insomnio era por su culpa. Por aparecer en mi vida cuando pensaba que ya la tenía solucionada. Por ponerla patas arriba cuando tenía unos cimientos bien sólidos. Le echaba de menos pero también le odiaba. Y me odiaba a mi misma. Y odiaba esa bomba de emociones que me provocaba trastornos en mi sueño, en mi estabilidad, en mi día a día, en mi vida. Pero joder, vaya trastornos.
No respondí, pero seguía ‘en línea’. Él también. Esperaba una respuesta que no sabía dar, que no sabía cómo expresar. Él comenzó a escribir.
‘Echo de menos tenerte bajo mis sabanas, echo de menos tus labios, echo de menos tu cuerpo, echo de menos morderte el lóbulo de la oreja, echo de menos tus manos en mi polla, echo de menos mis dedos dentro de ti, echo de menos correrme mientras gritas mi nombre. Joder, es que no entiendo qué ha podido pasar…’.
El calor comenzó a subirme desde los pies a la entrepierna a la vez que el corazón me latía con fuerza. Mi cuerpo ardía. Le necesitaba a mi lado. Quería sentir de nuevo su respiración en mis oídos. Quería sentirle de nuevo dentro. Quería que me hiciera morirme de placer. Contra mi voluntad y haciendo uso de mi cerebro, que hacía tiempo tenía dormido, le contesté
‘Joder Álvaro, pensé que esto había quedado claro cuando hablamos’
‘Quedó claro para ti, sabes que no estoy de acuerdo. Te dije que tu situacion no me importaba, solo con tenerte cerca.’
‘Ya lo se, pero yo no me siento bien haciendo lo que hacemos’
‘No lo parece después de dos empujones contra el armario’
Ese comentario volvió a provocar que mi cuerpo volviera a arder. Me odiaba a sí misma por sentirlo. Me sentí sucia y mala persona. Intenté suavizar un poco esa conversación.
‘Ya me entiendes. Sabes que me encanta, que lo pasamos muy bien. Pero no puedo seguir con esto. Muero por verte, pero cuando me vuelvo a casa me siento una auténtica mierda. Y me agota vivir así. Apenas duermo, Álvaro. Quiero volver a mi vida calmada, mi vida cómoda.’
‘A tu vida aburrida, dirás’
‘No seas injusto, por favor’
‘No lo soy, son sólo palabras tuyas’
‘Palabras mías que dije hace seis meses. Fui una inconsciente por caer en la tentación, por probarte’
‘Y por repetir varias, muchas veces. Joder, si lo pasamos muy bien juntos… porfavor, ven a verme mañana, a las 5 de la tarde. Ana por por favor, y hablamos’
Sus palabras pasaron a sonar como súplicas mezcladas con rencor. Y caí, volví a caer. Mi promesa de no volver a verle duro 5 malditos días. 5 putos días en los que mi cabeza y mi entrepierna jugaban un partido de tenis y se mantenían en ‘deuce’ constantemente. Y al quinto día, al quinto set, inclumplí mi palabra dando el trofeo al lugar que cubría el minúsculo tanga que llevaba.
‘Vale, hablamos’
En ese momento oí un ruido que venía del fondo del pasillo.
-¿Ana? ¿Dónde estás?
-Ya voy cariño – me apresuré a decir.
Dejé el libro sobre el sofá. ‘Info. del contacto’, ‘vaciar chat’, ‘aceptar’. Y volví a la cama dejando el móvil con la pantalla hacia abajo sobre la mesita. Me tapé con la sábana mientras notaba como Mario me abrazaba por detrás y me daba un beso en la nuca.